Un forense británico pide cambiar la prueba
El 6 de mayo de 2004 el FBI arrestó en Oregón al abogado Brandon Mayfield. Su huella dactilar coincidía con la que la policía española había encontrado tres meses antes, en una bolsa azul de plástico con siete detonadores que los terroristas del 11-M habían dejado en una furgoneta Renault Kangoo.
Dos semanas y media después, la policía española arrestó a Ouhnane Daoud, un argelino con residencia legal en España cuyas huellas eran mucho más parecidas a las encontradas en la bolsa.
El falso positivo del FBI fue un escándalo mayúsculo. Mayfield insistió desde el primer momento en que ni siquiera había visitado España (algo que también pensaba la policía española), pero aún así pasó 17 días en una celda de Portland.
Aún seguimos pensando que cualquier huella puede ser rápidamente identificada en una base de datos, y las coincidencias tienen un acierto del 100 %. Pero no es cierto.
El caso de Mayfield abrió todo tipo de interrogantes sobre la infalibilidad de la identificación mediante huellas dactilares. Pero nada cambió. Aún seguimos pensando que cualquier huella puede ser rápidamente identificada en una base de datos, y las coincidencias tienen un acierto de 100 %. Pero no es cierto.
"Básicamente, no se puede probar que no hay dos huellas dactilares iguales. Es improbable, pero también lo es ganar la lotería, y la gente hace eso todas las semanas", ha asegurado en The Telegraph Mike Silverman, el responsable del primer sistema de detección automática de huellas dactilares de la policía británica.
El forense, que fue el primer Regulador Cientifíco Forense del Ministerio del Interior del Reino Unido, acaba de publicar sus memorias (Written in Blood, Bantam Press), en la que es muy crítico con la principal herramienta de la policía científica. “No existen dos huellas digitales exactamente iguales en todos los detalles”, insiste Silverman. “Incluso si comparamos dos impresiones del mismo dedo, registradas una después de la otra. Se requiere a un examinador experto para determinar si una huella hallada en la escena del crimen y otra tomada de un sujeto provienen del mismo dedo”.
No se trata de casos aislados
Aunque el caso de Mayfiled es el más sonado, no es ni de lejos el único. En 2010, la psicóloga Erin Morris, que trabaja en la policía de Los Ángeles, reunió una lista de 25 falsos positivos en los que había incurrido la policía estadounidense durante las últimas décadas. Falsos positivos que, en muchos casos, acabaron llevando a una persona a la cárcel por un delito que no había cometido.
Pero los casos analizados por Morris son aquellos que se demostraron falsos. Scotland Yard, la primera policía del mundo que empezó a usar las huellas dactilares para resolver los casos, inauguró su primer laboratorio para tal fin en 1901. ¿Cuántos errores se pueden haber cometido desde entonces en todo el mundo?
“Pese a la forma en que los análisis de huellas dactilares son presentados en los medios, todas las comparaciones implican de una forma u otra un elemento humano y, por tanto, son susceptibles de error”, asegura Silverman.
Se trata de una conclusión similar a la que apuntó Laura Spinney en un artículo para la revista científica Nature en el que aseguraba que el proceso de identificación de huellas dactilares se basa en supuestos que nunca han sido probados empíricamente, y que no hacen nada por garantizar que no influyen en el proceso el sesgo inconsciente de los examinadores.
Un protocolo que no siempre se respeta
El problema, según Spinney, no reside tanto en las personas que examinan las huellas, que han pasado todo tipo de entrenamiento específico, sino en el método en sí, muy similar en las policías de todo el mundo. Se trata del test ACE-V, acrónimo de Análisis, Comparación, Evaluación y Verificación, las fases que se siguen para comparar una huella de la escena del crimen con otra presente en los archivos.
El protocolo está diseñado para evitar los falsos positivos, pero aún así tiene fallos. Entre otras cosas, porque en ocasiones no se aplica con la diligencia necesaria.
Los miembros del jurado ven demasiados programas como CSI y eso eleva sus expectativas. Lo que ves en CSI, sencillamente no existe.
Uno de los requisitos necesarios es que en las distintas partes del proceso participen equipos distintos. Esto debe ser así para evitar que una persona que conozca las circunstancias en que ha sido hallada una huella inconscientemente vea parecidos con una huella del archivo que encaje en el caso. Esto se conoce como razonamiento circular: la presencia del ejemplar inspira el descubrimiento de detalles de la huella que de otro modo pasarían desapercibidos. Y es algo que no siempre se respeta. Según explicó el consultor forense Lyn Harber en su libro Challenges to Fingerprints (2009) muchos examinadores del FBI, para ahorrar tiempo, realizan el análisis y la comparación de forma simultánea.
Pero los fallos de protocolo no son los únicos que pueden conducir a un falso positivo. “La huella en muchas ocasiones no es perfecta”, explica Silverman, “particularmente en la escena del crimen. Puede estar sucia o manchada. Existen todo tipo de cosas que pueden reducir la precisión. Creo que es importante que los jurados sepan esto. Ven demasiados programas como CSI y eso eleva sus expectativas. Lo que ves en CSI, sencillamente no existe”.
Brandon Mayfield |
¿Por qué entonces la policía estadounidense arrestó a este abogado inocente? Probablemente porque era una coincidencia demasiado jugosa: Mayfield se convirtió al islam en los años ochenta y, además, estuvo indirectamente relacionado con la defensa de uno de los implicados en un complot de Al Qaeda para atentar en EEUU en 2002.
Las huellas se deben seguir usando, pero de otro modo
La mayoría de forenses no cree que las huellas deben dejar de usarse como prueba criminal, pero sí que deben ser utilizadas de otro modo. Según Christope Champod, un experto en identificación forense de la Universidad de Lausana (Suiza), dado que ninguna reproducción de una huella es perfecta, lo mejor sería interpretar las evidencias en términos probabilísticos.
Los examinadores de huellas tendrían que dejar de hablar en términos de “encaja” o “no encaja”, y empezar a hablar en términos porcentuales. Un examinador podría entonces testificar ante un juez que la huella hallada en la escena del crimen tiene un 95% de posibilidades de ser la del sospechoso, pero no que encaja al 100%. Sólo así el uso de las identificaciones dactilares será verdaderamente justo.
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